El ladrillo, en el bombo
Ayer tuve una cita con la suerte. En Esplugues, la lotería de Navidad se adelantó un mes. El ayuntamiento de la ciudad del Baix Llobregat realizó el sorteo de unas 300 viviendas de protección oficial. La rifa se celebró en el pabellón polideportivo de la localidad y unas 2000 personas se acercaron hasta allí. Desde luego, fue un espectáculo digno de ver. Para empezar, las primeras palabras de la alcaldesa, la ovacionada Pilar Díaz, que deseó a los presentes "buena suerte" para que los jóvenes no se fueran de la ciudad. Y como colofón, la extracción de bolas.
El primer número agraciado fue el 1777. El poseedor de esa cifra estaba presente en el polideportivo. Su grito emocionado, su alegría desbordante y su espontaneidad fue premiada por el aplauso de los presentes, incluso el de las autoridades. A continuación, se sucedieron las bolas premiadas, salpicadas con saltos de alegría, lágrimas, ovaciones y llamadas telefónicas para comunicar la buena nueva. Una mezcla de incertidumbre, emoción y esperanza que refleja el tipo de sociedad en la que estamos inmersos. El azar nos encamina la vida. La suerte nos permite quedarnos a vivir en nuestro pueblo, cerca de nuestras familias. La dictadura del ladrillo.
Por cierto, la suerte no vino a la cita conmigo. Tener el número 4 no fue suficiente.


Según El Mundo, Telecinco va a pagar a Julián Muñoz
A falta de dos curvas para el final del Mundial de Fórmula 1, Hamilton iba sexto. Ante el televisor, saltábamos felices como si fuera una victoria propia. La realización se ha hecho un lío, los comentaristas se han perdido, el inglés ha cruzado la meta, todos creíamos que perdía el campeonato, la familia de Massa celebraba... El jarro de agua fría ha sido tremendo. El niñato que hizo la vida imposible a Alonso ha ganado. El malcriado ha triunfado en un adelantamiento inverosímil a Glock (¿se ha dejado pasar?; ¿cuál será su recompensa?). En fin. Es un deporte. Hamilton ha ganado cinco carreras esta temporada; Massa, seis. Sin embargo, el británico campeonaba mientras el gaúcho lloraba.